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Cantata Mater Lux. Jesús Arias. Notas sobre la obra

El origen de esta Cantata es un encargo para hacer un villancico. Ya en un principio se incorporaba la voz de una Cantaora y el Canto Coral acompañado de Órgano como elementos principales. El resultado fue un villancico, tan preñado de melodías y temas, que dio paso al trabajo conjunto de ir creando una Cantata cuya temática albergara todas las formas de creación, de vida y que fuera un monumento a la voz. Todo ello, con el amparo de la Universidad de Granada, a través de la Cátedra Manuel de Falla, con el compromiso desde el principio de Soleá Morente, la dedicación casi monacal de Jesús Arias, y el trabajo del Coro Canticum Novum, tan comprometido con la ciudad, las efemérides y con la música más actual. En este crisol se ha fraguado esta Cantata, que ha atraído la atención de otros grandes músicos en forma de colaboración con el proyecto.


La Cantata Mater Lux obedece al universo tan particular de su autor, Jesús Arias, una de las personas con más peso en todo el proceso que culminó con Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick, obra de culto. Con ese acerbo, y sus inquietudes filosóficas y musicales, llama la atención el paso constante por épocas y estilos, por temas como la maternidad, la premonición, los descubrimientos como la luna, y todo un sinfín de cuestiones, que dentro de esa particular mirada del autor, se relacionan con naturalidad, y que si, en un principio, el prejuicio lleva a entender que nada tienen que ver esas cuestiones, pronto, la música y los textos te convencen de que todo forma parte de la creación, la chispa de la vida, el descubrimiento.


Mater Lux, se estructura en 9 números y en ella interviene de manera protagonista la voz, en forma de cantaora, de sopranos, de tenores, de contraltos, de bajos o de astronautas. El acompañamiento va desde la percusión del yunque o del tambor, al órgano, a los sonidos pregrabados o el theremín, con un criterio y un gusto en la manera de ir mostrándolos que refleja la gran intuición del autor y del sentido tan dinámico del espectáculo que demuestra Jesús Arias. Nunca satura, nunca hay concesiones a la frivolidad, todo tiene sentido en la parte y en el todo, y el resultado es que ya en la primera escucha todo resulta familiar. Eso también ocurre en el lado del intérprete, que desde que trabaja el primer número, se siente cautivado por conocer y estudiar lo que viene después.


I. Ecce Lux. Fue el origen, el antiguo villancico “Mater Lux”. Es el número más extenso de la Cantata. En este número el autor muestra gran parte del material que desarrolla a lo largo de la obra, y conocemos cómo plantea el collage de voces de coro, cantaora, astronautas con diálogos marcados por la emoción del descubrimiento y sobre todo, con el latín, idioma conductor en la obra, y en el que el autor se siente cómodo, pues aporta la solera y la eternidad de la temática de la maternidad. La transición del Canto Coral a la entrada de la Cantaora, por medio del sonido del yunque, son estremecedores, y la letra, tal como la transmite Soleá Morente, hacen que sea un momento sublime su escucha. Melodías dulces y cautivadoras, que luego, encontraremos a lo largo de la Cantata. Toda la temática por tanto, de este primer número, gira en torno a la madre, gozosa y cansada, que acaba de dar a luz. La madre que mira a su hija. La madre que mira a su hijo.


II. Fuga y Cantiga. Consta de tres partes, la primera y última son una fuga, en estilo tal y como dictan las normas del contrapunto y fuga, exuberante en momentos, y contrasta tal y como el Barroco hace con el Renacimiento con la parte central, de sabor renacentista, a capella y con un estilo muy delicado. La temática, tal como relata el autor es “el estallido de felicidad, el niño en la cuna, la nana. Soles y constelaciones, el mundo entero, eso es el hijo para la madre”


III. Embryo. Es de los números más breves de la Cantata, pero de los más mágicos. Jesús Arias crea una melodía y una armonía envolvente, sencilla y de una delicadeza indescriptible, serán las sopranos las que expongan el material melódico y luego los tenores, pues el autor escala hacia los agudos en este número que recrea y nos transporta al útero de nuestra madre, sin noción del tiempo ni de la gravedad, donde nos movíamos como astronautas, o sea, el universo de Jesús en puridad, uniendo con naturalidad cosas que parecen muy diferentes. La temática es la madre que se sabe embarazada, la paz interior, el cuerpo que experimentará las leyes secretas de la creación, el big-bang, lo cósmico, la eterna expansión.


IV. Dioses en la oscuridad. De nuevo nos encontramos con una estructura ternaria, la más utilizada por el autor. Comienza y termina con una melodía medieval a base de acordes de quintas vacías y octavas, que tanto sabor transmiten a épocas pretéritas. La parte central es una elaborada intervención de la percusión y el órgano, donde conviven percusiones que nos trasladan directamente ante un paso de Semana Santa, con una Saeta conmovedora hasta el límite de la cantaora con el fondo del tambor del Silencio. Como en el primer número, la transición desde el Coro hasta la Cantaora y la vuelta al Coro, se hace por medio de la percusión, y con un gusto y una naturalidad sobrecogedora, pues nos rendimos a la evidencia de que el autor demuestra con qué maestría nos cambia de escenario, de humor y de color. El tema de la premonición, de los presentimientos, de los males que acechan la vida de los que queremos y que en muchas ocasiones, hacen que la madre, cual María, ven el propio calvario de su hijo, sometido en ocasiones al infortunio.


V. Aynadamar. Es un breve recordatorio de uno de los temas expuestos en el primer número de la cantata, tiene interés porque crea una complicidad con el oyente, pues ya empieza a parecerle cercana y entrañable la obra, parece que la hubiera escuchado antes (si es que es su primera escucha), y sin darse cuenta, se ha adentrado en Mater Lux y en el universo del compositor. La temática, en palabras del autor sería “el sueño o la pesadilla de la madre que imagina la enfermedad o la muerte de su hijo, pero a la vez el ascenso a los cielos acogedores” trata de transmitir también cómo perpetúa un hijo a una madre, cómo la trasciende a los ojos de la propia madre.


VI. Umbra Aaterna. Es un golpe, una fractura en la obra. Se rompe la amabilidad, los peores presagios se han hecho realidad. La influencia del Requiem de Ligeti es notable. Este número, lleno de fuerza, a veces desbordante, vuelve a la estructura ternaria, pero en esta ocasión, la protagonista será la percusión en un principio, frenética, estruendosa, caótica incluso. La parte central la ocupará el Coro, dramático, transmitiendo trastorno y alteración. Y el grueso lo llevará la Cantaora, donde las seguiriyas por bulerías con textos llenos de pasión y las percusiones basadas prioritariamente en palmas, le dan un carácter arrebatador. Este número es un homenaje a la voz de Soleá Morente, que se erige, en mitad del trastorno y del caos como una voz profunda y llena de verdad, que con uno de los cantes más sinceros, la saeta, crea un oásis de amparo a la madre que ha perdido a su hijo. Soleá Morente canta, se conmueve y ampara el desgarro de esa madre, doliente, sumergida en el caos y le reconoce el dolor pero también la consuelan.


VII. Mare Serenitatis. Como el número anterior, se basa en material que el autor tenía compuesto pero que ha sido utilizado con otro carácter en esta cantata. Muy presente las conversaciones en el Apolo XVII en el proceso de alunizaje que los llevaron al módulo lunar “Challenger” que tomó tierra en Taurus-Littrow, en el Mar de la Serenidad. Las sopranos y contraltos llevan un tema de carácter onírico que contrasta con la melodía a unísono y en grados conjuntos de las voces masculinas, y con la melodía férrea del órgano inquebrantable. Es uno de los números más logrados de la Cantata, pues se logra la unidad y la complicidad de temas tan opuestos como la melodía de las mujeres, tan ingrávida, la de los hombres, todo lo contrario, recio, y en valores amplios y las bellas conversaciones en el Apolo XVII. El tema es la ascensión hacia la muerte, de hecho comienza con sonidos pregrabados de respirador artificial. Jesús Arias aquí se deja influenciar claramente por la obra “Neptune” de Los planetas de Gustav Holst y la dualidad que demuestran los temas melódicos, aunque las referencias a 2001 Una Odisea del Espacio, de Kubrick son claras también. El número termina en una exhalación.


VIII. Sit tibi terra levis (sobre un motivo de Strawinsky). Es un número muy sugestivo, donde el autor hace un guiño a dos autores en los que habitualmente encuentra inspiración, Strawinsky y Ligeti, bien tratados y bien relacionados en los materiales que se exponen, como se comprobará, ambos, dan paso al rescate de una de las sugerentes y estimables melodías que se nos ofrecían en el primer número de la Cantata, protagonista luego del número Aynadamar, y a otra melodía que aparecía en lo que fue el embrión de esta Cantata, el villancico Mater Lux, una melodía protagonizada por las sopranos y las contraltos primeras, y luego por los tenores, muy pegadiza y envolvente. La temática en esta ocasión nos sitúa ante una madre que ha perdido a su hijo, y la luz ahora, se ha vuelto sombra, oscuridad. El texto que utiliza Arias es de las “Elegías” de Tíbulo, en latín, y al que incorpora algunos versos, quedando así el texto que se canta: “y marchándose él dirá: que descanses bien y con tranquilidad y que la tierra te sea ligera sobre los huesos y bien segura” , y Jesús Arias añade para que canten sopranos y contraltos “que la tierra te sea leve y que el cielo sea profundo, que la tierra te sea leve y tranquila”.


IX. Grand finale. Para finalizar, el autor rescata con gran acierto, una de los principales temas que tenía el villancico Mater Lux, y que al crecer y dar lugar a la Cantata, se habían quedado fuera, es una melodía “in luna sedens” que exponen los bajos y luego pasa por los tenores y contraltos, para terminar en la voz de las sopranos, hasta que vuelve a aparecer, como un eco lejano, ya nostálgico, el yunque. Finalmente se reexpone el Transitus Finale de Ecce Lux, brillante.


Jorge Rodríguez Morata es musicólogo y director del Coro Canticum Novum.

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